sábado, 30 de agosto de 2008

26 de agosto de 1810, era fusilado Liniers

C.L.A.M.O.R.

La figura de Liniers está estrechamente ligada a la fundación de la Argentina y a un trecho decisivo en la historia de España.

Lo que sucedió en el virreinato del Río de la Plata en aquellos tiempos puede verse como una sucesión de malentendidos provocados por la dificultad en las comunicaciones. Un barco que salía de Barcelona, Cádiz o Gibraltar tardaba entre 70 y 90 días en llegar al Río de la Plata, si no era capturado por naves enemigas o piratas.

Siendo la situación española tan confusa y vertiginosa, imagine el lector cómo sería esa situación percibida desde esta tierra, supeditada a gacetas y cartas que cuando eran leídas ya eran viejas.

A Fernando VII se lo llamaba el Deseado. Los españoles de distintas creencias esperaron todo de él. A todos defraudó. Terminó lamiendo la mano de Napoleón, que lo tuvo seis años preso en un castillo del Loire. Napoleón fue, hasta 1808, personaje idolatrado en España, por encarnar el espíritu de la modernidad contra el absolutismo y la reacción.

Luego, fue receptor de odios no menos tormentosos. Liniers, por francés, fue siempre sospechado de traición hacia el Corso, y lo cierto es que el virrey lo admiraba, y le envió correspondencia (pero nunca clandestina) dándole cuenta de sus triunfos militares y de la popularidad que en la colonia había conseguido aquel francés.

Sin embargo, la lealtad central de Liniers fue hacia la corona de España, a la que sirvió treinta años. Se negó a convalidar la destitución del virrey Cisneros y su sustitución por una junta. Cuando Mariano Moreno y sus amigos decidieron subvertir el orden colonial (pero como "vasallos del mismo rey"), Liniers no los siguió y fue sacrificado. La muerte de Liniers, muerte de un inocente, fue necesaria para que la planta frágil de la revolución creciera, pero, ¿pueden ser libres los pueblos que no saben ser justos? En un cierto y cruel sentido, Liniers salvó a Buenos Aires por segunda vez.

Santiago de Liniers fue apresado en un rancho de Córdoba junto a cinco partidarios que lo seguían rumbo al Alto Perú. La Junta de Buenos Aires ordenó que fueran ejecutados. El oficial que arrestó a Liniers (luego procesado), lo torturó y le robó efectos personales. Juan José Castelli, miembro de la Junta, comandó personalmente la ejecución porque el coronel Francisco Ortiz de Ocampo, a cargo de las tropas revolucionarias, y otro comisionado de la Junta, Hipólito Vieytes, se negaron a cumplir la orden:

Liniers era muy respetado también en Córdoba. Hasta último momento, el ex virrey confió en que su popularidad lo salvaría.

El fusilamiento de Liniers, prisionero de guerra ejecutado sin juicio, fue inspirado por el secretario de la Junta, Mariano Moreno, y se cumplió en un paraje llamado Monte de los Papagayos, a dos leguas de Cabeza del Tigre, a las dos y media de la tarde del 26 de agosto de 1810. Los cadáveres, cargados en carretillas, fueron arrojados en una fosa abierta en la tierra.

Cuenta la leyenda que las iniciales de sus apellidos fueron escritas en un árbol del lugar, formando la palabra CLAMOR (junto a Liniers habían sido detenidos Concha, gobernador; Allende, coronel; Rodríguez, asesor; Moreno, tesorero, y Orellana, obispo, al que, a último momento, le conmutaron la pena).

Allí yacieron, de manera anónima, durante 51 años, hasta que se los descubrió por casualidad, y fueron devueltos a los familiares durante la presidencia de Santiago Derqui.

Los restos del amado salvador de Buenos Aires y de los cinco fusilados de Cabeza del Tigre, viajaron a España en el bergantín Gravina, para ser enterrados en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Carlos, Cádiz, bajo una leyenda que dice: "Juntos en la gloria como lo fueron en el infortunio".

domingo, 17 de agosto de 2008

17 de agosto de 1850, fallecía el General Jose de San Martin

En este nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del general San Martín, es interesante recordar que el Libertador no solo tuvo que enfrentar a las fuerzas realistas, sino tambien, al unitarismo liberal y cipayo, encarnado en ese momento por rivadavia...



EL PLAN DEL LIBERTADOR


El plan libertador de San Martín consistía básicamente en un movimiento de pinzas sobre los españoles, haciéndolo él por mar y que al mismo tiempo un ejército auxiliar avance por el norte. Con ese fin mandó a Gutiérrez de la Fuente para que ofreciera la jefatura a Bustos (de Córdoba) para que forme un ejército con gente de las provincias del interior, y con la ayuda económica de Bs.As (del puerto). Bustos (cordobés) , pensando que su nombre sonara mal entre los porteños y con tal de ganar la voluntad de Bs.As., manda un emisario para que se entreviste con Rivadavia, ofreciendo ceder el mando a quien designe Bs.As. (...jamás permitirá mi deseo que se paralice una empresa porque no tenga el honor de mandarla...cualquiera sea el jefe prepararé todos los auxilios que estén en mi esfera sin reservar nada a tan sagrado interés – Comunicación de Bustos a Martín Rodríguez).

Pero Rivadavia estaba más interesado por las reformas burocráticas y las mejoras edilicias que en la suerte del país y del ejercito Libertador, de manera que, despilfarrando el dinero en cosas superfluas en aquellas circunstancias, dejó cajoneado el pedido de fondos, y Gutierrez de la Fuente se volvió con las manos vacías.

A raiz de las actitudes de Rivadavia y sus satélites (como los nombra el propio San Martin) el libertador dirá:“La guerra la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar. Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que trabajan nuestras mujeres, y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres, que los demás no importan” (José de San Martín)
“Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos, estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra de honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas; usted es un patriota y yo espero que hará en beneficio de nuestra independencia todo género de sacrificios…” (Carta del Gral. San Martín a Estanislao López - 1819).

San Martín armó casi sólo su propio ejército para ir a Chile y en conjunto con los Chilenos liberaron ese territorio y luego Perú. Lamentablemente no pudo completar la gesta emancipadora de América porque, sin el apoyo de su propio país, no tuvo más remedio que ir a Guayaquil y cederle el lugar a Bolívar (quien sí tenia el apoyo del suyo) para que
Bolívar concluyera la empresa. No solo se le negó a San Martín la posibilidad concluir su gloriosa gesta, sino que se posibilitó que Sucre entrase en el Alto Perú (en lugar de Bustos) “liberando de argentina” ese territorio. A pesar de todo esto, el “sapo del diluvio” (Rivadavia) figurará como un prócer con su nombre en calles, pueblos y ciudades.


El boicot de Rivadavia ( y exilio de San Martín)



Rivadavia, temeroso de que se designara jefe supremo a San Martín, boicoteó por todo los medios la reunión de un congreso constituyente en Córdoba, Ocupado en dotar de ochavas a la ciudad de Bs. As. negó todo recurso a San Martín, que libraba la guerra de independencia.

Finalmente San Martín no tuvo más remedio que ceder su lugar a Bolívar para que concluyera la gesta libertadora. Bolivar no era partidario de la segregación del Alto Perú, - talvez temeroso de la reacción argentina- pero Sucre, al mando de Bolivar finalmente formó la “República de Bolivar” (Bolivia).

San Martín dejo Perú, cruzó la cordillera y se recluyó en retiro en su chacra de Coria (Mendoza) Un emisario de Bs.As. (el Dean Zavaleta), le hizo saber que la gran dificultad para reunir el congreso era su permanencia en el país (por recelos de que se lo designase Jefe Supremo) San Martín decide su viaje a Europa, pero antes de llegar a Bs.As Estanislao López le advierte sobre el plan para asesinarlo. No obstante la advertencia, San Martín pasa por Bs.As. para irse finalmente el 10 de febrero de 1824. Por fin podía, entonces , reunirse el congreso. (……y pensar que los presidentes argentinos siguen usando el sillón donde puso el trasero Rivadavia.)



El frustrado regreso de San Martín


En el conflicto de la confederación con brasil, Inglaterra prefería que no haya triunfador y que la banda oriental fuera independiente para debilitamiento de ambos, quedando Inglaterra como árbitro en el Río de La Plata. Las provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia estaba mas interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su patria, y prefiere que regrese el ejercito para imponer “la organización a palos” (Agüero) en el interior, aun a costa de ceder la banda oriental. Prevalecen las palabras del ministro Agüero de “la paz a cualquier precio”. Los federales piden el gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero Rivadavia prefería perder la guerra y la banda oriental, antes que dejarle el gobierno a los federales, e instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a terminar la guerra “a cualquier precio".

Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la indignación popular Rivadavia intentó usar a García de chivo expiatorio y desconocer el arreglo, pero sumado al escándalo por saberse el negociado de la Mining, (denunciado públicamente, entre otros por Anchorena) se vio obligado renunciar. Luego, (resumiendo) el gobierno de Dorrego, que quiere seguir la guerra a toda costa, pero hasta el Banco de la provincia (manejado por intereses y accionistas ingleses) le niega todo crédito.

Regresado el ejército, Lavalle derroca ilegalmente a Dorrego y lo fusila (incentivado por unitarios como Del Carril y otros) En semejantes circunstancias llega San Martín (embarcado con el apellido materno) a Montevideo y se entera del fusilamiento de Dorrego.

San Martín es mal recibido, y Paz (gobernador interino) le escribe a Lavalle (que está en campaña): ”Calcule Ud. las consecuencias de una aparición tan repentina”.

Desacreditados los revolucionarios “Decembristas”, le ofrecen a San Martín el Gobierno, para “salvar la revolución con su prestigio”, pero San Martín se rehúsa a aceptar.

La propuesta de Lavalle queda en claro en carta que San Martin le envía a O´Higgins el 19 de abril, con copia de su respuesta:

“...su objeto era que yo me encargase del mando del ejercito y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir por mi parte y el de los demás gobernadores a los autores del 1° de diciembre (asesinato de Dorrego) …por otra parte los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no solo a este país sino al resto a América con su infernal conducta. Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario señalarles la diferencia que hay de un hombre de bien, a un malvado…Digo a Ud. en la mía del 5 que para le próximo paquete (paquebote) de mayo me marcharía a Europa, pero lo certificaré en el que sale a fines de éste. Adiós otra vez, pro siempre su invariable San Martín” (Picianeli, Hector Juan. Op.Cit.)

Así se ponía nuevamente por encima de ese grupo de “iluminados”, y antes de alejarse
definitivamente, le dice a Iriarte:

“Sería un loco si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuanto estaban a mis órdenes en Chile y en Perú…son muchachos sin juicio, hombres desalmados…” (García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit. Theoría. 1988) (JST.p.45)


Artículo extraído de: http://www.lagazeta.com.ar/

lunes, 11 de agosto de 2008

12 de agosto de 1806, dia de la Reconquista de Buenos Aires

Nuestro homenaje a 202 años de la Reconquista:
BATALLA NAVAL GANADA POR LA CABALLERIA
- 12 de agosto de 1806 -


Día grande fue para Buenos Aires aquel 12 de agosto! Quizá uno de los más gloriosos de su historia. Día en que la ciudad se encontró a sí misma y en que, con su hazaña, pudo medir la estatura del régimen pigmeo y caduco que la sojuzgaba y la de un enemigo colosal que un día pudiera darle un zarpazo de la traición. Doce de agosto de 1806. Día de la Reconquista.

Es una jornada gris, neblinosa y fría. Pero ya no llueve y ha calmado el temporal de días pasados. Los caminos de acceso a la ciudad han quedado intransitables: el de la costa, que viene de las Conchas; el del Alto, que trae de los corrales de Miserere; el de la Chacarita, de los Colegiales. ¿Y las calles? No obstante su elemental empedrado - o por su causa, quizá - son verdaderos pantanos. La ciudad, chata y triste, está encenagada.

Por todas las rúas confluentes a la Plaza Mayor son cauces por donde circula pesadamente una muchedumbre, armada a medias, pero poseída de un ímpetu contagioso y heroico. La encabezaban los obuses de los Miñones - hasta ayer no más pacíficos tenderos catalanes - y la artillería volante de Agustini. Detrás avanzan por las aceras y en fila india, los marineros franceses del corsario Mordeille y los de la escuadrilla de Montevideo. Y, por las calzadas, el turbión de las caballerías gauchas de los milicianos de Pueyrredón, de los dragones de Buenos Aires y La Colonia, de los Blandengues de la Frontera. Y civiles armados con cuchillos y añosos mosquetes y partasanas, exhumados de vaya a saber que desván familiar. Y chinas bravías que, cantando, pelean a la par de los hombres con sus navajas andaluzas o se dedican a volver a cargar los fusiles a los varones. Y burgueses, señorones, quinteros de Perdriel, reseros de Miserere colegiales, viejos y niños. Niños que, cuando no lanzan contra el enemigo cantos rodados con sus hondas cabreras, se deslizan agazapados por entre los heridos y muertos, vaciando sus cartucheras para reaprovisionar de proyectiles a sus padres y hermanos.

No hay obstáculos. Si los baches son profundos, aparecen vecinos que los colman con ladrillos sacados de sus propias casas. Los cañones son desencajados a la cincha de los redomones de los milicianos. Y si los caballos no pueden, ahí están cien brazos robustos que los arrastrarán.

Las casas, cerradas a cal y canto, enrejadas, hoscas, parecen casamatas. Unicamente abren sus puertas, de cuando en cuando, para dejar paso a algún herido o dar agua a los reconquistadores que, empapados de lodo, negros de pólvora y por sobre los cadáveres de sus amigos y adversarios, marchan hacia su destino.

Crepitan los fusilazos y el coraje. Tabletean las descargas cerradas. Truenan los cañones. Se suceden, clamorosas y agrias, las cargas a la bayoneta y los aludes de caballería. Ruge el pueblo en armas alentando a los heridos y remisos y desafiando al enemigo.

Por fin los chaquetillas rojas se retiran hacia el Fuerte. Nada ha podido contener el empuje avasallador de los reconquistadores. Ni los poderosos cañones de marina, ni los fusileros de Santa Helena, ni la fama del invencible Nº 71 de Highlanders, que ahora cede terreno, paso a paso, de espaldas a la Plaza en que entrara triunfante hace meses, al son de las gaitas nativas, bajo la lluvia y entre las miradas torvas de un pueblo humillado por una rendición sin pugna.

Y en pos del enemigo que recula, allá va el turbión porteño, entre estampidos, gritos, chasquidos y retumbos, mientras repican a rebato, como enloquecidas por un júbilo feroz, la campana del Cabildo ilustre y las de todas las iglesias de la ciudad. Es todo un pueblo que marcha peleando, cantando y jadeando, en pos del desquite de la vergüenza con que lo enfrentara el extranjero por la cobardía y la inepcia de un vejete ridículo, de dos o tres militares de sainete y de algunos pelucones ávidos que le hacían la corte. Doce de agosto, día lustral, bautismo de gloria. Día de anunciación.

En tanto avanza el pueblo victorioso, en la ribera del Plata tiene lugar un episodio extraordinario, sin duda el más característico de aquella jornada memorable.

En las primeras horas de la mañana, a poco de iniciar los reconquistadores, en el Retiro, su marcha hacia la Plaza Mayor, algunos barcos ingleses cañonearon, desde el río inmediato, a la columna que avanzaba por el camino del Bajo y calle del Santo Cristo hacia las barbacanas del Fuerte. Pero, como está visto que Dios es criollo, a consecuencias del huracanado viento de días anteriores, sobrevino una bajante extraordinaria de las aguas del Plata, con lo que las naves de Popham, que no pudieron retirarse a tiempo río adentro, vinieron a quedar en seco y varias de ellas debieron ser apuntaladas para no volcar.

Pero, si bien los cañones enemigos ya no eran de temer, podía esperarse un desembarco de los de la escuadra inerme, para proteger o reforzar a los británicos que se defendían en tierra.

- Alférez: Tome veinte paisanos de los míos y patrulle la costa. Si nota algún amago de desembarco, corra a avisarme.

- ¡Está bien, señor comandante Pueyrredón!

El oficial elige su pelotón. Son gauchos de las quintas: pañuelos atando las crenchas, chiripás y botas de potro. Lanzas de tacuaras con cuchillos por moharras. Algunos tienen sables o tercerolas. Pero todos, lazos, boleadoras y facón al cinto. Son de los vencidos de Perdriel, de los milicianos de Arze. De los que lloraron de rabia cuando, sin llegar a distinguir el color de la bandera enemiga, fueron entregados por sus jefes, reumáticos de piernas y baldados de coraje.

Los jinetes, a su vez, examinan a quien los ha de conducir: ¡Hum!

Un oficial de infantes, de ese Regimiento Fijo de militarcitos de palacio. Un jovencito de unos veintiún años con tan brillante uniforme que parece ir a un baile del Fuerte. Pero es cierto que es un hermoso pueblero de piel blanca, ojos profundos y cabello renegrido que se muestra bien plantado en un tordillo de mi flor. Insolente en su gesto y ambicioso en su ademán. Dicen que es de una familia principal de tierra adentro: de Salta. Habrá que verse qué tal se porta este lechuguino...

- ¡En marcha!

La patrulla pone sus cabalgaduras al paso y avanza escudriñando entre la espesa niebla que cubre la ribera. No se ve más allá de las narices. ¡Pero sí! ¡Hacia aquel rumbo que distingue la masa oscura de un buque!

Es cierto: a unas brazas de los juncales de la orilla se percibe un casco inmóvil: es el de la goleta “Justina”, que los ingleses arrimaran a la costa para hostilizar a los reconquistadores con los fuegos de sus veintiséis cañones, de sus cien fusileros de marina y de los veinte marineros de su dotación. La bajante la ha dejado en seco y ha quedado fuertemente escorada y por tanto, en imposibilidad de usar de su andanada.

Pero nada de eso saben los de la patrulla criolla. ¿Será una fragata? ¿O quizá un lanchón? ¿Tendrá muchos cañones? ¿Y cuántos soldados y tripulantes?

- ¡Qué importa todo esto, paisanos! Pero, por si a alguno le interesase saberlo, ¡lo iremos a averiguar sobre la cubierta misma del buque gringo!

Este razonamiento del alférez gusta a los gauchos. ¡Así hablan los hombres, qué caray!

El oficial desenvaina. Da una orden y traza un relámpago en el aire con su espada. Y el pelotón gaucho, sable o cuchillo en la diestra, se mete con sus caballos en el río.

Hostigados por los alaridos indios e improperios bien criollos, las bestias chapotean el agua que no les llega al encuentro. Los fusileros de la “Justina” rompen fuego graneado. Algunos asaltantes caen y sus pingos caracolean espumando el agua, pero sin abandonar al amo. Y el grupo continúa su avance a galope de carga.

Ya están junto al barco varado. Y entonces, aquellos paisanos que jamás han visto una nave de cerca, que se criaron en la pampa terrosa y seca, reciben la orden absurda, aunque esperada:

- Paisanos: ¡al abordaje!

Y la hazaña se cumple. Algunos de pie sobre el pingo. Otro, colgado de algún cable. Quien, gateando el casco y haciendo pie con el dedo gordo en los ojos de buey o en las junturas de la tablazón. Y todos trepando a la cubierta. Los ingleses deben dejar el fusil, por inútil, y tomar el hacha, el chuzo o el sable.

Los asaltantes están ya sobre la “Justina”. Se multiplican los duelos cuerpo a cuerpo en que los aceros se sacan chispas. Salen a relucir las boleadoras que machacan cráneos y manean defensores. Corre la sangre sajona que venciera en Trafalgar y la sangre nuestra, que rebulle por la hazaña primera.

Acosados por el ímpetu de aquellos locos, los ingleses pronuncian una palabra:

¡Rendición!

Marineros y fusileros son maniatados cuidadosamente con los lazos de los abordadores. El rojo pabellón arriado y reemplazado por el español. Los veintiséis cañones, clavados.

Y mientras algún criollo queda de guardia en la goleta apresada, el resto de la columna emprende gozoso su fluir hacia la Plaza, llevando en ancas a sus heridos y arreando en ristra, como salchichones, a sus ciento y tantos prisioneros, precedidos por el capitán inglés, su contramaestre y el condestable.

El alférez ha mostrado su pasta. Sus gauchos ahora le miran con respeto y algunos más indisciplinado y audaz le palmea y grita a sus compañeros:

- ¡Viva el salteñito! ¡Viva el rubilingo macho, paisanos!

Es que al gaucho siempre le han placido el valor desesperado, el ataque disparatado y la guapeada absurda.

Y en el día memorable, al caer el sol, cuando ya los marineros de Mordeille han recibido la espada de Beresford, el grupo de paisanos de Perdriel llega a la Plaza encharcada y jubilosa – en la que algunos gritan “¡Viva el Rey!” y muchos el entre amenazador y subversivo “¡Viva la Patria !” – con su alférez a la cabeza, llevando en el brazo el pabellón de la goleta cautiva y, detrás, la larga fila de prisioneros, confusos aún por aquel inconcebible abordaje a caballo de que han sido víctimas.

Liniers, radiante, bajo las arcadas del Cabildo, rodeado de sus jefes y de los graves regidores y miembros de la Audiencia, ve llegar a la extraña caravana. Y tras de escuchar el parte del alférez captor de la “ Justina”, le palmea diciéndole con tono entre ejemplarizador, justiciero y profético:

- Le felicito, “subteniente” Martín de Güemes: ¡usted llegará lejos!

Así fue el bautismo de fuego de un pueblo y de un hombre que habrían de obrar milagros.

Argüero, Luis Eduardo; Cielo al Tope; Historias Marineras

Articulo extraido de: http://www.lagazeta.com.ar/

jueves, 7 de agosto de 2008

Fuerzas Ocultas

La película que subimos al blog es una película francesa -sostenida por una profunda investigación previa- que revela secretos de la masonería y da una idea de cómo funciona realmente el mundo debajo de la escenografía liberaldemócrata en la que estamos inmersos.

El film se desarrolla en Francia, tiempo antes que se desate la segunda guerra mundial y comienza con el personaje principal, un joven diputado nacionalista, enfrentando en una sesión del parlamento tanto a capitalistas como comunistas con una oratoria contundente, acusándolos de ser dirigidos por oscuros intereses internacionales y culpándolos de las miserias que atraviesa su nación.

Más tarde se dará cuenta de que los oscuros intereses a los que los parlamentarios sirven son dirigidos por una institución llamada masonería.

La versíón completa puede ser adquirida en www.walhalla.8m.com, así como otras películas y documentales que ponen al descubierto el actual sistema de dominación mundial.





domingo, 3 de agosto de 2008

Pelicula de Juan Manuel de Rosas

La película estrenada en 1972 sobre el Ilustre Restaurador de las Leyes Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, dirigida por Manuel Antín, escrita por el gran historiador revisionista José María Rosa e interpretada por Rodolfo Bebán.

1º Parte



2º Parte



3º Parte



4º Parte



5º Parte



6º Parte



7º Parte



8º Parte



9º Parte



10º Parte



11º Parte (final)

viernes, 1 de agosto de 2008

Videoclip del tema Metalero Cristiano y Peronista

Video del tema "Metalero, Cristiano y Peronista"
de la banda argentina de heavy metal Custom 71



METALERO, CRISTIANO Y PERONISTA (letra)
Yo viví la Guerra de Malvinas,
hichó de orgullo mi noble corazón.
Fui traicionando por Menem y Cavallo
y vi llorando cómo vendían mi Nación.

Tengo principios que heredé de mis ancestros;
tengo valores que nadie podrá cambiar.
Yo siempre pienso y leo entrelíneas;
no compro versos que vende el capital.

Soy metalero, cristiano y peronista,
revisionista de la historia oficial.
Sigo la línea de San Martín-Rosas-Perón.
Soy argentino, patriota y luchador.

Llevo la sangre que vino de los barcos,
pero a mi Patria nadie la ama más que yo.
Tengo el cerebro propio de un artista,
tengo los huevos propios de un trabajador.

No soy zurdo, no soy facho;soy nacionalista nato.
Defiendo al trabajadory siempre al que menos tiene:
Aprendí de mi Señorque por eso fue colgado;
aprendí del Generalque por eso fue exiliado.

Soy metalero, cristiano y peronista,
revisionista de la historia oficial.
Sigo la línea de San Martín-Rosas-Perón.
Soy argentino, patriota y luchador.